jueves, 13 de diciembre de 2012

Ciego Cupido.


Suspiró exhalando el humo del cigarro que fumaba, se sentía muy mal y cada vez que volvía a su mente la imagen de su hermano tirado en el piso del baño totalmente drogado, las lágrimas amenazaban con salir de sus ojos. Desde la separación de sus padres se vio obligado a proteger a su hermano de todo aquel que quisiera lastimarle, eran muy unidos, eran solo uno, pero nunca creyó que su sobreprotección hacia Jared acabaría así, y ahora era él culpable del sufrimiento de su hermano. Temía perderlo, sin Jared él no era nada, o tal vez, solo la mitad de algo. Una amaga lagrima rodó por su mejilla y murió en sus labios. Cerró los ojos, recordando esa tarde en que todo había cambiado. Él estaba leyendo un periódico recostado en el sofá más grande del living, cuando sintió los pasos de su hermano acercarse a él, deteniéndose a una distancia considerable.
-Ryan…- escucho que Jared le llamaba, pero se oía nervioso, lo pudo notar por la forma en que hacía sonar sus nudillos.
-Dime- contesto él sin despegar la vista de su lectura.
-Es que…- titubeaba, tronando aún más sus dedos -Yo… eh… quiero hacerte una pregunta- dijo después de suspirar.
-Sí, yo me comí el último trozo de pizza que quedaba- respondió Ryan, creyendo que a eso se refería su hermano.
-No- dijo Jared casi gritando -No es eso- añadió un poco más bajo.
-¿Entonces?- despegó la vista del periódico y lo miró.
-Tu… ¿Tu me quieres?- preguntó con la mirada fija en el suelo, columpiándose sobre sí mismo con las manos en los bolsillos de sus jeans gastados.
-¿Cómo me preguntas eso?- le respondió cuando dejo de reír -Claro que te quiero, si eres mi hermanito- dijo con una sonrisa en sus labios, volviendo a leer, tratando de dar por terminada la conversación, no tenía ganas de seguir respondiendo a las preguntas existenciales de su hermano.
-Es que…- hablo Jared después de unos minutos de silencio -¿Ryan me puedes poner un poco de atención?- pregunto exaltado.
-Ok, ok- cerró el periódico y lo dejo en el suelo, incorporándose hasta quedar sentado -Ya ¿Ahora si?- Jared asintió levemente.
-Es que…- repitió -Yo… yo… te…- tartamudeo -Yo…- cerro los ojos fuertemente -Yo te amo- dijo casi en un susurro. Susurro que Ryan alcanzo a oír. Después de eso todo sucedió muy rápido. En un abrir y cerrar de ojos Jared había acortado tanto la distancia entre ellos que sus respiraciones se mezclaban, y también pudo sentir cuando su hermano posaba sus labios sobre los de él. En otro abrir y cerrar de ojos, se vio empujándolo con tanta fuerza que provocó que Jared cayera de espaldas al suelo.
-¡Tú estás enfermo! ¡¿Entiendes?! ¡Enfermo!- le gritó en un momento de desesperación, viendo como las mejillas de su hermano se humedecían producto de las lágrimas que caían desde sus ojos. Le dedicó una mirada de desprecio antes de volver a recostarse en el sofá y retomar su lectura, dejando a su hermano en el suelo. Después de eso todo había cambiado. Jared había caído en las drogas y cada vez que lo veía, era porque estaba inconsciente o diciendo incoherencias por la casa. Y cada vez que lo veía se preguntaba cómo había llegado a pasar todo eso. Pero por más que se lo preguntaba, no encontraba la respuesta.
Jared entro a la habitación que compartía con Ryan en casa de sus padres, los muebles estaban cubiertos por telas blancas, al parecer, para conservar el estado de los muebles. Descubrió un espejo de cuerpo entero, y quitó una foto que había allí. Recordaba a la perfección ese día. Él tenía seis años, y minutos antes de tomarse la foto, había discutido con Ryan, solo una discusión sana de niños pequeños. Ese mismo día se habían prometido que nunca nada los separaría. ¿Dónde había quedad esa promesa? Se había roto, el mismo día que Ryan había roto su corazón. Miró en su muñeca izquierda la cinta azul que simbolizaba esa promesa que había desaparecido, la tocó apenas con sus dedos y luego secó las lagrimas que habían salido de sus ojos sin darse cuenta. En el reverso de la foto escribió algo y la dejo sobre uno de los muebles cubiertos, junto con la cinta que abrazaba su muñeca. Se paró nuevamente frente al espejo y sacó el arma que tenía en la chaqueta. La cargó con una bala y giró el cargador. Comenzó a contar de adelante hacia atrás. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis. De atrás hacia adelante. Seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno. De todos modos era lo mismo. ¿Por qué lo aplazaba? Tenía la secreta esperanza de que Ryan correspondiera su amor. Pero eso no sucedería. Cerró con fuerza los ojos y colocó la punta de la pistola dentro de su boca, haciendo que parte de esta tocara su paladar. Cargó el arma, cerró los ojos y apretó el gatillo. Nada. Repitió la acción  tres veces más, y nada. Cuando iba a apretar el gatillo por quinta vez, lo hizo sin cerrar los ojos, Quería que una mano le cerrara los ojos, la mano de Ryan. El solo recordar su nombre provoco que las lagrimas amenazaran con salir de sus ojos, como odiaba eso. Cargo el arma y, manteniendo los ojos abiertos, tiro del gatillo. Nada. Suspiro manteniendo el arma dentro de su boca. La mandíbula comenzaba a dolerle, pero ya no era tiempo para detenerse, tampoco quería hacerlo. Miro su reflejo en el espejo a la vez que cargaba el arma por sexta y última vez. Tras él, vio como la puerta se abría y la silueta de su hermano se asomaba. Pero ya era tarde. Dio un último suspiro y, mirando a los ojos a su hermano a través del espejo, tiro del gatillo, mientras Ryan veía como una bala atravesaba la cabeza de su hermano.
Ryan pasó la yema de sus dedos por las paredes de la habitación, en la que por última vez había visto Jared. Solo que ahora ya no estaba cubierta por las sabanas, que habían quedado manchadas con la sangre de su hermano. Se sentó sobre la cama más próxima y fijó la vista en la mesa de noche, en la que encima había algo. Estando ya al lado del mueble, vio sobre él una cinta azul, ya sucia por el paso de los años, bajo ésta, un papel cubierto de polvo. Lo tomo entre sus manos y quitó el polvo que impedía su lectura. Su corazón se acelero y las lágrimas se asomaron en sus ojos al ver, con la redondez característica de la letra de su hermano escrito “No te culpes por esto Ryan. Te amo”. Volteo el papel y vio la foto que había. Ambos abrazados, como nunca más los estarían. Tomo la cinta y la apretó contra su pecho, donde volvía a nacer el dolor de recordar que, hacia tres años atrás, una bala se llevaba el último aliento de la única persona que en su vida, realmente, lo había amado.

1 comentario:

  1. *-* Me hiciste llorar, enserio me encanto, sigue así, es perfecto , cuídate, besos c:

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