Suspiró exhalando el humo del
cigarro que fumaba, se sentía muy mal y cada vez que volvía a su mente la
imagen de su hermano tirado en el piso del baño totalmente drogado, las lágrimas
amenazaban con salir de sus ojos. Desde la separación de sus padres se vio
obligado a proteger a su hermano de todo aquel que quisiera lastimarle, eran
muy unidos, eran solo uno, pero nunca creyó que su sobreprotección hacia Jared
acabaría así, y ahora era él culpable del sufrimiento de su hermano. Temía
perderlo, sin Jared él no era nada, o tal vez, solo la mitad de algo. Una amaga
lagrima rodó por su mejilla y murió en sus labios. Cerró los ojos, recordando
esa tarde en que todo había cambiado. Él
estaba leyendo un periódico recostado en el sofá más grande del living, cuando
sintió los pasos de su hermano acercarse a él, deteniéndose a una distancia
considerable.
-Ryan…- escucho que Jared le llamaba, pero
se oía nervioso, lo pudo notar por la forma en que hacía sonar sus nudillos.
-Dime- contesto él sin despegar la vista de
su lectura.
-Es que…- titubeaba, tronando aún más sus
dedos -Yo… eh… quiero hacerte una pregunta- dijo después de suspirar.
-Sí, yo me comí el último trozo de pizza que
quedaba- respondió Ryan, creyendo que a eso se refería su hermano.
-No- dijo Jared casi gritando -No es eso-
añadió un poco más bajo.
-¿Entonces?- despegó la vista del periódico
y lo miró.
-Tu… ¿Tu me quieres?- preguntó con la mirada
fija en el suelo, columpiándose sobre sí mismo con las manos en los bolsillos
de sus jeans gastados.
-¿Cómo me preguntas eso?- le respondió
cuando dejo de reír -Claro que te quiero, si eres mi hermanito- dijo con una
sonrisa en sus labios, volviendo a leer, tratando de dar por terminada la
conversación, no tenía ganas de seguir respondiendo a las preguntas existenciales
de su hermano.
-Es que…- hablo Jared después de unos
minutos de silencio -¿Ryan me puedes poner un poco de atención?- pregunto
exaltado.
-Ok, ok- cerró el periódico y lo dejo en el
suelo, incorporándose hasta quedar sentado -Ya ¿Ahora si?- Jared asintió
levemente.
-Es que…- repitió -Yo… yo… te…- tartamudeo
-Yo…- cerro los ojos fuertemente -Yo te amo- dijo casi en un susurro. Susurro
que Ryan alcanzo a oír. Después de eso todo sucedió muy rápido. En un abrir y
cerrar de ojos Jared había acortado tanto la distancia entre ellos que sus respiraciones
se mezclaban, y también pudo sentir cuando su hermano posaba sus labios sobre
los de él. En otro abrir y cerrar de ojos, se vio empujándolo con tanta fuerza
que provocó que Jared cayera de espaldas al suelo.
-¡Tú estás enfermo! ¡¿Entiendes?! ¡Enfermo!-
le gritó en un momento de desesperación, viendo como las mejillas de su hermano
se humedecían producto de las lágrimas que caían desde sus ojos. Le dedicó una
mirada de desprecio antes de volver a recostarse en el sofá y retomar su
lectura, dejando a su hermano en el suelo. Después de eso todo había cambiado.
Jared había caído en las drogas y cada vez que lo veía, era porque estaba
inconsciente o diciendo incoherencias por la casa. Y cada vez que lo veía se
preguntaba cómo había llegado a pasar todo eso. Pero por más que se lo
preguntaba, no encontraba la respuesta.
Jared entro a la habitación que compartía con
Ryan en casa de sus padres, los muebles estaban cubiertos por telas blancas, al
parecer, para conservar el estado de los muebles. Descubrió un espejo de cuerpo
entero, y quitó una foto que había allí. Recordaba a la perfección ese día. Él
tenía seis años, y minutos antes de tomarse la foto, había discutido con Ryan,
solo una discusión sana de niños pequeños. Ese mismo día se habían prometido
que nunca nada los separaría. ¿Dónde había quedad esa promesa? Se había roto,
el mismo día que Ryan había roto su corazón. Miró en su muñeca izquierda la
cinta azul que simbolizaba esa promesa que había desaparecido, la tocó apenas
con sus dedos y luego secó las lagrimas que habían salido de sus ojos sin darse
cuenta. En el reverso de la foto escribió algo y la dejo sobre uno de los
muebles cubiertos, junto con la cinta que abrazaba su muñeca. Se paró
nuevamente frente al espejo y sacó el arma que tenía en la chaqueta. La cargó
con una bala y giró el cargador. Comenzó a contar de adelante hacia atrás. Uno,
dos, tres, cuatro, cinco, seis. De atrás hacia adelante. Seis, cinco, cuatro,
tres, dos, uno. De todos modos era lo mismo. ¿Por qué lo aplazaba? Tenía la
secreta esperanza de que Ryan correspondiera su amor. Pero eso no sucedería.
Cerró con fuerza los ojos y colocó la punta de la pistola dentro de su boca,
haciendo que parte de esta tocara su paladar. Cargó el arma, cerró los ojos y
apretó el gatillo. Nada. Repitió la acción tres veces más, y nada. Cuando iba a apretar
el gatillo por quinta vez, lo hizo sin cerrar los ojos, Quería que una mano le
cerrara los ojos, la mano de Ryan. El solo recordar su nombre provoco que las
lagrimas amenazaran con salir de sus ojos, como odiaba eso. Cargo el arma y,
manteniendo los ojos abiertos, tiro del gatillo. Nada. Suspiro manteniendo el
arma dentro de su boca. La mandíbula comenzaba a dolerle, pero ya no era tiempo
para detenerse, tampoco quería hacerlo. Miro su reflejo en el espejo a la vez
que cargaba el arma por sexta y última vez. Tras él, vio como la puerta se
abría y la silueta de su hermano se asomaba. Pero ya era tarde. Dio un último
suspiro y, mirando a los ojos a su hermano a través del espejo, tiro del
gatillo, mientras Ryan veía como una bala atravesaba la cabeza de su hermano.
Ryan pasó la yema de sus dedos por las
paredes de la habitación, en la que por última vez había visto Jared. Solo que
ahora ya no estaba cubierta por las sabanas, que habían quedado manchadas con
la sangre de su hermano. Se sentó sobre la cama más próxima y fijó la vista en
la mesa de noche, en la que encima había algo. Estando ya al lado del mueble,
vio sobre él una cinta azul, ya sucia por el paso de los años, bajo ésta, un
papel cubierto de polvo. Lo tomo entre sus manos y quitó el polvo que impedía
su lectura. Su corazón se acelero y las lágrimas se asomaron en sus ojos al
ver, con la redondez característica de la letra de su hermano escrito “No te culpes
por esto Ryan. Te amo”. Volteo el papel y vio la foto que había. Ambos
abrazados, como nunca más los estarían. Tomo la cinta y la apretó contra su
pecho, donde volvía a nacer el dolor de recordar que, hacia tres años atrás,
una bala se llevaba el último aliento de la única persona que en su vida,
realmente, lo había amado.